Las abuelas terapéuticas
Una historia publicada en BBC Future por Rachel Nuwer describe la original y exitosa fórmula de abordar el problema de la depresión en Zimbabue, un país que contaba con solo doce psiquiatras para una población de dieciséis millones de habitantes. Y aunque la mayoría no era capaz de hacer frente económicamente al tratamiento, los pocos que podían hacerlo, rara vez lograban encontrar un terapeuta a una distancia razonable.
Dada la situación, al psiquiatra Dixon Chibanda, director de Iniciativa Africana por la Investigación en Salud Mental, se le ocurrió una revolucionaria idea que llegaría a conocerse como el «Banco de la Amistad». En vez de lanzarse a la odisea de encontrar ayuda profesional, Chibanda pensó que los zimbabuenses tal vez podían consultar con personas de corazón cálido, con mucho tiempo libre, pasión por conversar con el corazón en la mano y capacidad de dar buenos consejos. Estas personas recibirían algo de formación, pero sobre todo, gracias a su calidez y paciencia, Chibanda esperaba que pudieran ayudar a aquellos cuyo estado de salud mental era precario.
En su búsqueda de nuevas ideas sobre dónde podría encontrar personas con ese perfil, a Chibanda se le ocurrió que quizás las abuelas podrían ser una solución. Y junto con su equipo, se dedicó a dar formación en terapia conversacional a más de 400 abuelas, la cual ahora aplican de forma gratuita en más de 70 comunidades de Zimbabue.
La iniciativa resultó ser un rotundo éxito. Según Nuwer, «Solo en 2017 “El banco de la amistad ” (“Friendship Bench”), nombre de dicho programa, ayudó a más de 30.000 personas. El método fue sometido a una examinación empírica y se extendió a otros países, incluido EE.UU.».
En 2016, Chibanda, en colaboración con colegas de Zimbabue y Reino Unido, publicó en el Journal of the American Medical Association los resultados de una prueba de control aleatoria que medía la efectividad del programa. Los investigadores constataron que, tras seis meses, el grupo que había estado en contacto con las abuelas tenía notablemente menos síntomas de depresión que el grupo que se sometió a un tratamiento convencional.
Conectar de corazón a corazón nos hace conectar también con la fuerza que sostiene nuestro mundo, la fuerza que conecta todo lo que existe para que la vida sea posible.
Sin duda, el afecto y la empatía pueden ser una gran ayuda para las personas. Y pueden desplegar desde el interior un poder curativo más potente que cualquier medicina. Conectar de corazón a corazón nos hace conectar también con la fuerza que sostiene nuestro mundo, la fuerza que conecta todo lo que existe para que la vida sea posible. De hecho, la ausencia de vida –la muerte– no es más que el estado de desconexión de nuestras células.
Del mismo modo que vibran las cuerdas de una guitarra cuando su frecuencia es parecida, también vibra en nosotros algo cuando generamos una emoción similar a esa fuerza generadora de vida: la fuerza de la empatía y el amor.
Y es ese campo de emociones que surge cuando los seres humanos se relacionan de forma positiva lo que tiene una influencia tan curativa. Cuando nos acercamos a otros con afecto y calidez en el corazón, nos estamos conectando con la mayor fuerza que existe en la naturaleza. Y no hay sentimiento más empoderador. Si vibras en la misma frecuencia que él, no hay lugar para la desesperanza ni la depresión.
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