Las dudas que nos hacen crecer
«En un mundo de posibilidades tan variadas, la indecisión nos puede dejar paralizados» — Elizabeth Gilbert.
La mayoría de nosotros nos hemos encontrado alguna vez en un estado en el que no sabemos qué hacer, a dónde ir o cuál es la mejor opción. Y la indecisión nos duele.
Sin embargo, son precisamente esas indagaciones las que nos hacen crecer. No crecemos a partir de la certidumbre: lo hacemos a partir de las dificultades, los interrogantes y la incertidumbre. Del mismo modo que en la escuela aprendemos a resolver cuestiones cada vez más difíciles, la vida nos va enseñando a medida que nos presenta pruebas cada vez más complicadas.
En las últimas décadas, la naturaleza nos ha ido presentando problemas que solo podemos resolver juntos. Pero nos empeñamos en tratar de resolverlos solos, por separado
Un ejemplo de ello son las crisis que vemos en el mundo. Resolverlas elevará a la humanidad a una nueva forma de existencia; en caso contrario, retrocederemos y viviremos tiempos muy difíciles.
En las últimas décadas, la naturaleza nos ha ido presentando problemas que solo podemos resolver juntos. Pero nos empeñamos en tratar de resolverlos solos, por separado, y por eso acaban convirtiéndose en crisis. Y como no hay manera de resolverlos por nosotros mismos, pensamos que no tienen solución.
Sin embargo, si trabajásemos juntos para superar las dificultades, descubriríamos que, en realidad, la solución está más cerca de lo que creemos. Porque lo cierto es que hay sobreabundancia de todo en este mundo, y podríamos reducir nuestro frenético ritmo de vida para disfrutar de nuestra existencia en lugar de seguir yendo unos contra otros sin ningún sentido.
Por lo tanto, como parte de nuestro aprendizaje vital, deberíamos aprender a apreciar las tribulaciones y los interrogantes de la vida: solo son el tutelaje afectuoso de la naturaleza para que intentemos cambiar y aprendamos a caminar juntos. De ese modo la vida no sería tan dolorosa, sino la aventura más fascinante que podamos disfrutar.