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¿Quién es un verdadero líder?


En esta era narcisista de hoy, todo el mundo piensa que es el mejor y el más inteligente. Las recientes campañas electorales han puesto de relieve la cuestión del liderazgo o, más específicamente, quién es apto para liderar. Si bien muchas personas quieren llegar a la cima de la pirámide, pocas están dispuestas a asumir la responsabilidad que esto conlleva. Antes de comenzar a discernir acerca de esta responsabilidad deberíamos definir qué significa ser un líder, especialmente si lo que esperamos de él es que nos lleve hacia un futuro mejor.


Como hemos mencionado, el rasgo clave de un líder debe ser la voluntad de asumir su responsabilidad. En todas las áreas, lugares y sociedades, alguien debe dirigir y tomar la iniciativa, pero con el apoyo de los demás. Sin embargo, para tener éxito, los líderes no deberían ser personas que solo quieran llegar al poder por interés propio: deberían ser figuras que comprendan las necesidades, metas y requerimientos de la sociedad que aspiran liderar.


La necesidad de tener a alguien que nos dirija está arraigada en lo más profundo de la naturaleza. En todos los sistemas – desde el más pequeño hasta el más grande– encontramos un líder: alguien que asume la responsabilidad de guiar al conjunto y velar por él –motivando al equipo, la empresa o el país– para que vayan en la dirección correcta.

Los líderes deberían ser figuras que comprendan las necesidades, metas y requerimientos de la sociedad que aspiran liderar

El impulso de las personas por dominar a los demás es obvio y natural. Sin embargo, la verdadera responsabilidad de un líder empático no surge de querer dominar a los demás ni de ser condescendiente con ellos, sino de sentir su dolor y querer mejorar su situación. En otras palabras, su genuino deseo es ponerse al servicio de la sociedad.


Ser responsables requiere de aprendizaje ya que nuestra tendencia natural es ser desconsiderados y explotadores. Para poder cuidar de los demás y asumir la responsabilidad de su bienestar, tendríamos que aprender a relacionarnos entre nosotros: no buscar el beneficio propio sino el beneficio de la colectividad. Pero para lograrlo, primero tenemos que saber a qué conexión aspiramos en el sistema que deseamos liderar.

El genuino deseo de un líder es ponerse al servicio de la sociedad

Cuando observamos la naturaleza, vemos que todos sus componentes (inerte, vegetal, animal) se interrelacionan armoniosamente. Si estableciéramos relaciones similares entre nosotros, en las que cada elemento apoye a todos los demás, la sociedad sería un lugar mejor. En una sociedad así, los líderes se preocupan por las buenas relaciones del colectivo, tratando de que todos avancen hacia un estado más conectado.


Generar calidez y solidaridad entre nosotros no es una tarea fácil. Pero si hacemos un esfuerzo genuino por descubrir cómo la naturaleza alcanza el equilibrio e intentamos imitarla, podemos llegar a hacer nuestro ese comportamiento.


El mundo está conectado. Somos, como dijo Marshall McLuhan, «una aldea global». Nos influimos mutuamente y dependemos unos de otros, y esto solo irá in crescendo.


Por lo tanto, en el futuro, aquellos que se preocupen por las buenas relaciones humanas a escala global estarán considerados como personas responsables. Serán los líderes de una sociedad que comenzará a elevarse por encima del funcionamiento egoísta y la estrechez de miras que nos caracteriza, llevándonos a ser similares a la fuerza altruista e integral de la naturaleza.


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