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¿Sirven para algo los problemas?


Los problemas de hoy pueden parecernos no tan graves como los que sufrió la humanidad en el pasado. No hay una peste que amenace con diezmar la población de Europa a la mitad, ningún tirano ha conseguido conquistar medio mundo — al menos no todavía — y el hambre no se cobra miles de millones de vidas en todo el planeta.


Ciertamente, los problemas tan colosales que acabamos de señalar y que hemos visto a lo largo de las crónicas de la humanidad, siguen existiendo hoy en día. Son muy graves y serios porque, puede que no perezcamos en masa como antes, pero nuestra tolerancia tampoco es la de nuestros antepasados. Somos mucho más sensibles y por lo tanto, sufrimos más con mucho menos dolor.


Esto puede parecer un defecto pero, en realidad, este dolor es útil porque nos impulsa a la acción. Ahora bien, es mejor para todos avanzar con menos aflicciones. Actualmente no necesitamos los niveles de sufrimiento de nuestros antepasados para desarrollarnos como humanidad.

Poco a poco, se está formando una nueva humanidad donde se empieza a sentir que todo está conectado y todos dependemos de los demás

Estas crisis, relativamente leves, nos están transformando. Poco a poco, se está formando una nueva humanidad donde se empieza a sentir que todo está conectado y todos dependemos de los demás. Es un hecho que una infección en un lugar del mundo es una infección en todas partes. Esta interdependencia no es solo en lo concerniente a los virus, sino a cualquier acontecimiento que esté sucediendo en el mundo.


Vemos inundaciones en ciudades y pueblos, los incendios forestales devastadores en todo el mundo, las tensiones sociales en diversos países y, por supuesto, el virus. Realmente somos una aldea global y nada lo prueba más inequívocamente que nuestros problemas. Sin embargo, todas estas dificultades podemos transformarlas en algo positivo.

Nuestra única opción es dejar de fijarnos en lo que nos separa y enfocarnos en todo lo que nos une, y así poder crear conexiones positivas

La cercanía – como producto de nuestra interdependencia – nos inquieta y nos paraliza solo cuando existe odio entre las personas. En cambio, siempre que hay confraternidad y amistad, la cercanía nos resulta agradable y conveniente. Lo cierto es que no podemos desconectarnos del resto del mundo. Por eso, nuestra única opción es dejar de fijarnos en lo que nos separa y enfocarnos en todo lo que nos une, y así poder crear conexiones positivas.


La cura para todos los males que estamos viviendo es la unidad. La decisión de conectarnos está en nuestras manos.


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