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La ventana


Mi casa es cómoda y cálida, fibra óptica y nevera llena.

Pero no puedo salir.

Y mi cuerpo se mueve allí: 60m cuadrados de espacio físico.

Pero cuando me asomo a la ventana, parece que mi visión se haya agudizado.

Veo a los vecinos dentro de sus casas, los veo de verdad. Siento que están allí. Luego veo las carreteras que salen de la ciudad y llegan a otros pueblos, otras ciudades, con más vecinos. Y los veo también en sus casas.

Luego atravieso los Pirineos, que los tengo cerca, y veo a los franceses; llego hasta Italia, mi país, y puedo dar la vuelta al Mediterráneo, y subir por el norte de Europa, y siento que todos están allí.

Quizás me vean también.

Si quiero, puedo llegar hasta China, por el este o por el oeste, da igual. Australia está al lado.

Y cruzo el mar hasta los compis de África. Ellos no están en casa, pero llevan días pasándolo mal por otras cosas.

Con la mano toco a los polos. Están fríos.

De allí vuelvo a casa.

Ya no quiero sentirme tan estrecha, como cuando solo podía salir de casa.


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