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Una Renta Básica Universal no será suficiente

En los últimos años se ha hablado de forma recurrente sobre la idea de implantar una Renta Básica Universal (RBU). Ahora, el coronavirus lo ha precipitado todo y muy pocos le ponen peros a esta medida: hemos dejado de planteárnosla como un experimento social para sentirla como una necesidad. En España, concretamente, las noticias apuntan a que el gobierno ultima la preparación de una especie de renta universal bajo el nombre de Ingreso Mínimo Vital (IMV).


Esta es una medida en la dirección correcta que rebajará la ansiedad, la incertidumbre y en muchos casos la desesperación de los ciudadanos al no saber si podrán proporcionar un sustento a sus familias. Sin embargo, hay otros aspectos a tener en cuenta y son tan esenciales como tener esas necesidades básicas cubiertas.


Una mirada atrás


Ya en la antigua Roma, encontramos un antecedente de este subsidio con la Cura Annonae: un reparto gratuito de grano entre el pueblo para paliar los períodos de hambruna. Panem et circenses, como dicen hoy muchos, parecía ser el espíritu tras esa medida para garantizar la calma de la plebe en la ciudad eterna.

«Como vemos, esta noción de renta universal no es algo nuevo ni improvisado. Grandes imperios, grandes pensadores e ingenios ya anticiparon la necesidad de esta medida»

Más adelante, humanistas del Renacimiento como Juan Luis Vives o Tomás Moro se hicieron eco de esta idea. Y siglos después, el filósofo y matemático Bertrand Russell, el activista de los derechos civiles Martin Luther King o el psicólogo social Erich Fromm defenderían que muchos de los males de las sociedades capitalistas y comunistas desaparecerían con la introducción de un subsidio generalizado. Asimismo, el que es considerado como padre de la cibernética, Norbert Wiener, consciente del conflicto que se avecinaba entre la tecnología y el empleo, sugirió compensar a los ciudadanos con algún tipo de ingreso garantizado.



Como vemos esta noción de renta universal no es algo nuevo ni improvisado. Grandes imperios, grandes pensadores e ingenios ya anticiparon la necesidad de esta medida en tiempos de adversidad, crisis o simplemente como prevención de males mayores.


Los experimentos recientes


No hace mucho se llevaron a cabo experimentos sociales para medir el impacto de la implantación de una renta universal en nuestras sociedades, uno de ellos llevado a cabo en EE.UU. entre 1968 y 1982 (con unos 9.000 participantes) y más recientemente otro que tuvo lugar en Finlandia (con unas 2.000 personas desempleadas). Ambos experimentos fueron considerados como demasiado pequeños –limitados– y, en el caso de Finlandia, en un contexto demasiado específico para una población extremadamente concreta. En otras palabras, ninguna de estas investigaciones lograron arrojar datos concluyentes.


Por otro lado, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) no se mostró del todo convencida con esta medida, advirtiendo que, para ponerla en práctica será imprescindible una reforma sustancial del sistema tributario. De la misma opinión es el economista Ian Goldin, quien enumera en el Financial Times diversas razones por las que una renta universal no es una buena idea dado que socava la cohesión social y nos recuerda que el trabajo aporta algo más que dinero: habilidades, un estatus, significado, redes sociales y amistades.


En el lado contrario, es preciso señalar que conocidas figuras de Sillicon Valley como Elon Musk, el cofundador de Facebook Chris Hughes o el propio Mark Zuckerberg han detectado esa necesidad ya formulada por otras conocidas figuras y se han pronunciado a favor de una renta básica universal. Sin embargo, nada nos hacía tomar muy en serio esta medida. Hasta que llegó un pequeño germen que ha puesto nuestras vidas patas arriba.


La renta básica universal en los tiempos del coronavirus


En cuestión de unos meses, todo ha dado un giro inesperado. De pronto, a consecuencia de la epidemia de COVID-19, las economías de los países han quedado maltrechas y vemos que se hace necesario garantizar el sustento vital de todos los ciudadanos, especialmente los más vulnerables. Así que podemos decir que los visionarios que anticiparon la necesidad de esta medida tenían razón. Pero hay algo más.

«Dejar a una persona sin nada que hacer, sin compromisos ni aspiraciones, puede disparar los niveles de frustración y vacío existencial haciendo que se desate la violencia»

Si entregamos un ingreso fijo a los ciudadanos sin ningún tipo de compromiso por su parte ¿qué efectos colaterales pueden aparecer? Para empezar, estaremos suprimiendo la capacidad laboral de las personas y la posibilidad de conectarse unos con otros. En unos primeros meses es posible que aparentemente todo vaya bien pero, a medio y largo plazo, dejar a una persona sin nada que hacer, sin compromisos ni aspiraciones, puede disparar los niveles de frustración y vacío existencial haciendo que se desate la violencia en los hogares y las calles. Esa inactividad permanente será la fórmula perfecta para que surjan todo tipo de problemas.


Los trabajadores de la conexión


¿Entonces deberíamos olvidarnos de la idea de una RBU como solución a la precariedad financiera de muchos ciudadanos hoy? No. Sencillamente debemos implantarla añadiendo una premisa: recibir la RBU estará supeditado a la realización de cursos que nos capaciten para hacer frente a la nueva realidad. Cuando este subsidio se conceda a cambio de que las personas participen en actividades y formaciones que contribuyan en favor de la sociedad, entonces habrá muchas razones para seguir pagándolo.

«Cuando este subsidio se conceda a cambio de que las personas participen en actividades en favor de la sociedad, entonces habrá muchas razones para seguir pagándolo»

La ventaja de dicha premisa –vincular la recepción de esta renta a la realización de cursos– es que, para empezar, la RBU dejará de ser un subsidio para convertirse en un salario y los beneficiarios dejarán de ser receptores pasivos para convertirse en personas ocupadas con una formación. A diferencia del pasado, el producto que generarán será sustancialmente distinto: serán productores de buenas conexiones sociales. Serán especialistas en el enfoque circular, el principio por el que se rige la totalidad de los elementos naturales.


Donde antes había industrias redundantes, destructivas para el medio ambiente y los propios seres humanos, encontraremos una nueva industria –la nueva educación– que se ocupará de generar cohesión social, fomentar los principios colaborativos y la responsabilidad mutua como nuevos paradigmas en la humanidad. Los nuevos trabajadores comenzarán a poner en práctica estas buenas conexiones primero entre sí para, posteriormente, ir formando a círculos cada vez más amplios de la sociedad e ir extendiendo así este nuevo paradigma de relaciones humanas.


Ahora es el momento de que la sociedad rescate a todos aquellos que necesiten de un sustento vital para ellos y sus familias. Pero si hacemos bien los deberes, serán ellos quienes nos rescaten a todos del viejo paradigma del individualismo y la competición destructiva para llevarnos a una nueva realidad inclusiva, solidaria y colaborativa.




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