El arte del liderazgo

Los lobos son animales fascinantes, no solo por lo que representan en nuestro imaginario colectivo, sino además por su comportamiento. Se ha observado que las manadas de lobos siguen ciertas pautas instintivas que pueden ser de gran ejemplo para los seres humanos. De entre estas pautas, queremos centrarnos en cuatro de ellas que están estrechamente relacionadas con el liderazgo.
1. En una manada de lobos, el líder es el que asume la responsabilidad de organizar la caza y proteger a todos los miembros del grupo. La manada sigue instintivamente a quien demuestra mayor fuerza y responsabilidad, sin importar su edad.
En la sociedad humana, el liderazgo también debería caracterizarse por una actitud de preocupación constante hacia los demás y por la capacidad de inspirar unidad a través del ejemplo personal. Debe mostrarles que, cuando un grupo está unido, está más seguro y protegido. Y es entonces cuando el grupo lo acepta y lo reconoce como su guía.
2. Cuanto más fuerte sea el líder y más experiencia tenga, más rápido eliminará todas las discusiones, discordias y agresiones en la manada, creando una atmósfera más amistosa y de mayor cohesión en el grupo.
Ya sea animal o humano, esta es una regla que es aplicable a cualquier grupo. Los líderes deben estar seguros de sí mismos y ser capaces de poner fin a las peleas, las calumnias y otras formas de relacionarse negativamente. Cuando el líder se entrega enteramente al grupo, este siente respeto y obediencia hacia él.
3. El líder dirige la manada, la salva de las trampas, planifica y encabeza la caza. Es el primero en ir sobre el enemigo o la presa.
En nuestra sociedad, el líder ideal sería el que asumiera la responsabilidad de confrontar el primero los desafíos y conflictos que vayan apareciendo. Es decir, se relacionaría con la sociedad como si se tratara de su propia familia, asumiendo la responsabilidad de todos los problemas que surgen. Entre los animales, aquel que huye de su responsabilidad es apartado. Si el ser humano también actuara así, veríamos un mundo mucho más armonioso y pacífico.
4. Los lobos caminan en fila. Los tres primeros son viejos y están enfermos. Les siguen los cinco lobos más fuertes. A continuación está la parte de la manada a la cual protegen, y después otros cinco lobos fuertes. Por último viene el líder, que se asegura de que nadie se quede atrás. Es decir, ser líder en una manada de lobos no significa ir por delante de la manada, sino asegurarse de que todos están a salvo.
En efecto, el líder vela por el bienestar de todos. Ese es su poder así como la vara con la que le medirán los miembros de la manada. Para nosotros, los humanos, es más difícil garantizar la seguridad y el bienestar de todos. Y la razón es que siempre tenemos cálculos egoístas que nos llevan a dañar a otros si eso nos beneficia personalmente.
Los lobos, sin embargo, actúan guiados por su instinto. Tienen muy claro lo que necesitan para vivir, mientras que nosotros tenemos razón o intelecto, donde reside el ego. Ellos, en su naturaleza y en el entorno donde habitan, tienen una única forma de vivir y sobrevivir. En cambio, nosotros vivimos de mil maneras diferentes, y con frecuencia intentamos eludir nuestra responsabilidad dejando que los otros se las apañen solos.
Sin embargo, al final, el buen líder es aquel que se coloca el último y se preocupa por el bienestar de todos. No abundan esos ejemplos en nuestra sociedad pero el cambio siempre es posible. Si cada uno empezara a preocuparse un poco más por el conjunto de la sociedad, no tendríamos tanto miedo del futuro. Esa actitud nos permitiría afrontar con éxito todas las crisis personales, sociales, económicas y ecológicas. Es más, deberíamos considerar estos valores como la clave en la educación de nuestros hijos si queremos que crezcan como adultos felices en una sociedad segura.
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